Cuando el Liverpool fichó a Mohamed Salah, podía atisbarse un buen rendimiento del futbolista egipcio en la Premier League. Llevaba curtiéndose dos temporadas y media en el fútbol italiano con un rendimiento excepcional, y además llegaba a un equipo cuyo entrenador podía potenciar al máximo sus características. Los 42 millones de euros que el cuadro red desembolsó por hacerse con sus servicios parecieron, en su momento, un precio justo.

Jürgen Klopp creía saber lo que había incorporado, aunque finalmente la realidad superó a las expectativas. El entrenador alemán ha venido desarrollando a lo largo de su carrera planes de ataque muy relacionados con el robo y las transiciones rápidas, y ahí la bestial velocidad del africano encajaba de maravilla. Lo que nadie esperaba, y por eso lo pagado por él a día de hoy parece poco a tenor de lo que otros han invertido en piezas mucho menos decisivas.

"En pretemporada nos dimos cuenta que Salah también podía jugar como nueve", aseguró el alemán hace apenas unas semanas. El egipcio no lo hace de partida, pero con marcador a favor, su entrenador ha tomado la decisión, en más de una ocasión, de dejarle como punta de lanza para finalizar los contragolpes. Su exquisito e inesperado tacto para definir es la explicación de esta decisión.

Salah tuvo buenas cifras en Italia, eso es cierto, pero lo que está haciendo en Inglaterra es totalmente inesperado. Con la Fiorentina marcó 6 tantos en 16 partidos de Serie A, y con la Roma, 29 en 65. Los 29 que ha anotado en 31 jornadas de Premier League revientan cualquier registro de su pasado, y bastan dos datos para explicar la magnitud de su rendimiento: ya ha igualado a Drogba como máximo goleador africano en una temporada de Premier, y está a tan sólo 5 goles de igualar a Alan Shearer y Andy Cole, que con 34 tantos, tienen el récord de goles anotados en un curso en la Premier League.